Minuto 100

MACHAGAI´68 “El Cielo – azulgrana- por Asalto”.

(Texto editado del original publicado el 13 de marzo de 2019, en el FB Machagai, ciudad de las diagonales Ayer y Hoy.

Por el Profesor Pepe Simón

profesorjosesimon@gmail.com

Dice Osvaldo Bayer: “Hay que perseguir las utopías y tratar de alcanzarlas”. Hoy me doy cuenta de que mi primera utopía fue enorme para mi edad, pero tal vez modesta, sencilla, y tal vez quedó reducida a lo muy pequeña por la época histórica de la que estoy hablando.

En realidad, me refiero a un año clave para la humanidad por los muchos acontecimientos extraordinarios que ocurrieron tanto a nivel nacional como internacional.

Un momento en la historia sensacional, cuando comenzó a acuñarse más asiduamente la palabra utopía, tan magnífica, tan expresiva, tan descriptiva de una realidad desafiante, cuando los jóvenes del mundo comenzaron a sentirse sujetos del cambio social. Ni más tarde ni más temprano, justo entonces en el ‘68. Un año en que decenas de miles de jóvenes franceses lograron instalar – desde los muros – en la memoria de la humanidad algunas consignas inolvidables: “prohibido prohibir”, ; “hagamos el amor, y nunca más la guerra” (NR: la larga e ignominiosa guerra contra el Pueblo vietnamita estaba en su apogeo)

Pero yo quiero instalarme en otro lado. Mi primera utopía, la que iba a parir unas cuantas más hasta el día de hoy, tiene un origen deportivo y lo diré así, de una: yo soñaba con ver (en realidad escuchar y leer a causa de mi lejanía con el acontecimiento) a San Lorenzo de Almagro ¡¡¡Campeón!!!

Me remonto a mis 12 años y me recuerdo caminando por mi pueblo, henchido de felicidad. ¡Qué lo parió, qué gozo rebosante!

Con un estado del alma que no podía contener, no podía seguir encerrado en casa. Aquel domingo del ´68, la transmisión radial había terminado, no había internet, ni siquiera televisión color en vivo y un sinfín de programas que mostraran de nuevo los goles hasta la madrugada del lunes como ahora. La vuelta olímpica mil veces imaginada y por fin concretada era parte de una película muda a la que yo le agregaba música, cantos y gritos que compartía con los miles de hinchas a través del sonido que escuchaba como un rito pagano.

Fue el domingo 4 de agosto, la final contra Estudiantes terminó 2 a 1. Cuatro días antes, en la semifinal, 3 a 1 a River. Estoy seguro de que lloviznaba; al salir el aire fresco me dio de lleno en la cara aplacando en parte la gran excitación, pero no me opacaba la imagen de ese gol colosal del “lobo” Fisher en tiempo suplementario (NR: La foto que encabeza esta nota es la de este gol, en el minuto 100′).

“Los matadores”, el equipo campeón de 1968.

Me calcé una campera de cuero, del mismo color del día y crucé las calles, deambulé por las veredas de ladrillo de un Machagai (https://www.machagai.gob.ar/?q=historia) remoto que desconocía el pavimento. Vaya a saber por qué mi viejo no aparece en escena. Él, que me había inoculado sangre azulgrana y que, a su vez, tomó esos colores como insignia de un hermano mayor y éste quién sabe de dónde. Mis hermanos eran muy niños aún, dormían una tardía siesta invernal y también, claro, no lo hubieran podido entender aunque ya comenzaban a despuntar su plumaje cuervo.

La ONU (Organización de las Naciones Unidas) había declarado a 1968 como Año Internacional de los Derechos Humanos. Los curas del Tercer Mundo (https://www.cancilleria.gob.ar/es/institucional/patrimonio/archivo-historico-de-cancilleria/movimiento-de-sacerdotes-para-el-tercer) hacían en mayo su Primer Encuentro Nacional y acordaban un Documento que elevarían la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano que desde agosto se reuniría en Medellín. La efervescencia juvenil, en muchos lugares revolucionaria, se hacía sentir en el mundo.

La resistencia peronista entre nosotros conseguía quebrar la CGT que, traicionando mandatos populares muy claros, se había vuelto negociadora con el poder cívico-militar del momento y aspiraba a construir un peronismo sin Perón (¡insólito!) y en marzo aparecía la CGT de los Argentinos.

Mientras tanto, en zonas recónditas de nuestro país, como Taco Ralo, actuaba un movimiento de jóvenes impulsados por sueños de justicia, democracia e igualdad entre los que descollaba Envar “Cacho” El Kadri. Todo esto era absolutamente desconocido para mí entonces y lo pude descubrir recién muchos años después en mi paso por la Universidad Nacional del Nordeste.

La revista “Goles” de la semana siguiente a la obtención del campeonato (que yo esperé con fruición) trajo varias páginas dedicadas a destacar las cualidades y características sobresalientes del invencible equipo dirigido, sorpresivamente, por un brasileño: Elba de Paula Lima, Tim.

De aquel logro del Ciclón guardé por años una foto, color sepia, del equipo. Mi recorte incluía el título inolvidable: Primer Campeón Invicto del Profesionalismo. Tomá pa’ vos. ¡¡¡Ése es mi cuadro, carajo!!!. Y también de grande, cuando empecé a curiosear más la historia, y conocer las profundas luchas sociales del ’68, sentía que algo tan humano como respirar las conectaba con mi exaltación azulgrana: era esa pasión que impregnaba todos los cuerpos colectivamente, era esa sensación única de estar tocando “el cielo con el alma”; y ese olor a utopías claramente podían compartir también, otro lema del ´68: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.

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